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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


sábado, 8 de diciembre de 2012

ELLA ES ÉL, NADA ES LO QUE PARECE

     Su nueva amiga le pedía sexo y trataba de convencerla para que se rindiera a los placeres de la carne...
    Jessica era guapa y tenía glamour. Llevaba un vestido de fiesta de Versace, un bolso de Luis Vuiton y conducía un BMV. Cuando Olivia N. la conoció no dudó de su feminidad. En ningún momento pensó que aquella mujer hermosa y elegante no lo era del todo. Se la presentaron en el transcurso de una actuación flamenca a la que asistía invitada por el artista, un famoso cantaor de casi 70 años y antiguo cliente de los negocios que compartía con su ex marido.
   Después del concierto, Olivia aceptó la invitación del grupo de artistas para tomar una copa en un club especial, según le dijeron. Sin embargo, al cruzar la puerta del local en cuestión comprobó decepcionada que allí no había nada singular ni que llamara la atención. Se trataba de un bar de cañas normal y corriente, alicatado en blanco y con una barra metálica atestada de parroquianos que bebían cerveza y devoraban bocadillos. Aspiró contrariada el olor a fritanga barata y no pudo evitar que una mueca de decepción se dibujara en su rostro maquillado con esmero.
  Unos minutos después de entrar llegó la primera sorpresa de la noche. Se abrió una puerta de madera situada al fondo del local y salió una señora de mediana edad, cabello rubio impecable y elegantemente vestida, que saludó efusiva al cantaor e invitó al grupo a acompañarla. En una noche donde nada era lo que parecía, franquearon la puerta de madera y entraron en un salón decorado en tonos rojizos y lujosamente adornado con sedas y terciopelos. La rubia les pidió que se acomodaran y llamó a un camarero uniformado que salió de una cocina de diseño situada al fondo de la estancia. De repente y como por arte de magia, la mesa baja de mármol situada frente al sofá empezó a llenarse de copas y platos que contenían manjares exquisitos: jamón ibérico, paté francés, tarrinas de caviar y otras delicatessen. El cantaor se sentó al lado de Olivia y empezó a piropearla. Ella le sonreía complacida y el hombre se tomó la libertad de pasar a mayores. Acarició sus muslos prietos bajo la falda negra, al tiempo que le decía al oído que la deseaba y que estaba mucho más guapa que cuando vivía con su marido. Ella se limitó a sonreirle. Aunque no le gustaban los hombres tan mayores, el cantaor le caía muy bien, era muy simpático y no le importaba regalarle el disfrute de acariciar sus piernas... El anciano vio el camino libre y se atrevió a introducir sus dedos arrugados en el escote de Olivia, pretendiendo toquetear sus pechos voluminosos. El gesto la desagradó y decidió levantarse con la excusa de ir al baño. Fue entonces cuando Jessica entró en acción y se ofreció a acompañarla. Olivia no vio nada raro en ese gesto cordial y aceptó.
    Jessica la esperó mientras hacía sus necesidades y una vez fuera, frente al espejo, abrió su bolso y sacó una colección de cosméticos de alta gama. Ambas se retocaron el maquillaje con un frasco de Lancome, perfilaron sus labios con una barra roja de Yves Saint Laurent y se perfumaron de Coco Chanel. Volvieron al salón, se sentaron juntas y compartieron charla y risas. Abandonaron el curioso local al amanecer y Jessica se ofreció a llevar a Olivia en su lujoso BMV hasta su domicilio. Ésta, mujer agradecida y estupenda anfitriona, la invitó a tomar la última copa en casa. Fue allí cuando se dio cuenta de que su nueva amiga no era una mujer de verdad. El paso de las horas le reveló detalles de una masculinidad que el maquillaje y los efluvios de la noche habían tapado. Su voz se volvió más ronca y la característica nuez de los varones se hizo visible al despojar su cuello del delicado pañuelo de seda que lo cubría. Cuando los ojos se les caían y el paso de las horas agotó la conversación de ambas, Olivia decidió acompañar a Jessica a la habitación de invitados y retirarse a la suya.
    En medio de su plácido sueño, una voz susurrante que acariciaba su oído despertó a Olivia. Abrió los ojos sobresaltada y descubrió a Jessica recostada a su lado. Su nueva amiga le pedía sexo y trataba de convencerla para que se rindiera a los placeres de la carne.
    -Ven a mis brazos, Olivia. Ya verás lo bien que lo vamos a pasar juntas, le suplicaba Jessica en tono lastimero.
    Olivia dio un salto de la cama y empezó a gritarle, víctima de la confusión y los nervios.
    -¿Qué dices de tus brazos? Déjame en paz y sal ahora mismo de mi cama y de mi casa.Vamos, date prisa, le ordenaba furiosa, pidiéndole a voces que se vistiera de inmediato y se marchara.
   -Tortillera, eso es lo que tú eres, una tortillera, la insultaba Jessica mientras se vestía.
   Olivia la escuchó atender una llamada de su móvil y balbucear unas palabras a un interlocutor anónimo: “estoy saliendo de la casa de una tortillera”. Sin entender el significado de lo que decía su ya ex amiga, la vio bajar apresurada las escaleras de caracol que comunicaban su dormitorio con el resto de la vivienda, cruzar el amplio salón en un par de zancadas y abandonar la casa con un portazo tan sonoro que hizo temblar las paredes. También Olivia tembló. Tanto, que tuvo que refugiarse en el calor de una gruesa manta, tomarse un vaso de leche caliente y volver al abrigo de su alcoba y de su cama... “Mañana será otro día...Esto se lo tengo que contar a MIS AMIGAS”,  pensaba momentos antes de que el sueño se adueñara por completo de su ser...                                                                                             

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