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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


miércoles, 2 de enero de 2013

EL CANOSO

Sus cuerpos se fundieron en uno, sus labios se pegaron y sus lenguas se abrazaron en un beso largo y húmedo...
   Olivia fue a despedirse de sus amigas para marcharse a desayunar con El Canoso y se topó con El de 28, que trataba de interceptar su paso extendiendo los brazos para tapar la puerta de entrada a la habitación azul. NUEVA CONQUISTA
    -Necesito pasar. Tengo prisa, afirmó, seca y tajante.
   -No me abandones, Olivia, por favor. Dime dónde vas. Te necesito, musitó en tono lastimero, como si se sintiera culpable por solicitar unas explicaciones que no merecía.
    -Busca otra candidata entre todas las de tu amplia corte. Aparta y déjame en paz, espetó ella al tiempo que lo empujaba con fuerza y se dirigía, a pasos agigantados, al sofá que ocupaba el resto del grupo. Él la tomó del brazo y, mirándola a los ojos, le dirigió palabras más suplicantes que románticas:
    -Sabes que LA PRESUNTA IMPLICADA me echó de su casa. No tengo dónde ir. Permite que me quede unos días contigo, hasta que encuentre un sitio de alquiler. No me dejes tirado, por favor.
    -Me voy a desayunar con un amigo y no pienso darte mis llaves. Esperame en la puerta de mi casa o en el bar de al lado, si te conviene. Adiós, se despidió con desdén.
    Emi y Wynie conversaban animadamente con los amigos de El de 28 e interrumpieron la charla unos momentos para desear a Olivia suerte con su nueva conquista. Esta desapareció altiva por la puerta de la estancia y se dirigió hacia la salida del local, donde la esperaba El Canoso.
                             
    La noche empezaba a clarear para dar paso a una mañana que se presentaba nublada. El rocío humedecía las callejuelas estrechas del centro de Madrid en dirección a la Plaza Mayor y su efecto abrillantador realzaba la majestuosidad de los edificios señoriales. Desde pequeña, a Olivia le gustaba mirar las mansiones e imaginarse las vidas de lujo y comodidad de sus habitantes. Eso es lo que hacía ahora, sin pensar que estaba a punto de cruzar el portalón de acceso a una de ellas.
    El Canoso sacó de su cartera una tarjeta que introdujo en la hendidura de la gran puerta.
    -Una llave moderna para una antigua mansión restaurada, observó Olivia.
    -Así es. Perteneció a mis antepasados y ahora a mí. Las ventajas de ser hijo único, precisó. Pasa, por favor. Estás en tu casa, la invitó con gesto galante.
    Un sobrio patio interior precedía a un amplio salón decorado con muebles de madera noble y cuadros de señores de otra época. El Canoso llamó por teléfono y, cinco minutos después, un camarero uniformado entraba con dos bandejas en sus brazos, sobre las que reposaba un suculento desayuno. El anfitrión pidió a Olivia que se sirviera mientras él tomaba una ducha y se cambiaba. Debía salir en breve hacia el aeropuerto a causa de un viaje de negocios.
    Ella saboreaba bollos y cruasanes recién horneados y bebía a sorbos cortos un oloroso café, al tiempo que sus ojos embelesados examinaban cuadros y tapices, lámparas y armarios. Una decoración que mezclaba con gusto exquisito piezas legendarias con objetos de diseño. “¿Quién es este hombre y qué hacía en El Maligno”, se preguntaba para sus adentros sin acertar a coordinar respuesta alguna.
    El Canoso salió del baño oliendo a perfume caro y elegantemente vestido con un traje de chaqueta color camel que parecía hecho a medida. Sin tiempo para tomar asiento, se sirvió un café con leche que apuró en dos tragos. Se acercó al sofá de cuero negro que ocupaba Olivia, ella se levantó y él abrió sus brazos. Sus cuerpos se fundieron en uno, sus labios se pegaron y sus lenguas se abrazaron en un beso largo y húmedo...
    El Canoso pidió a su invitada que terminara tranquilamente el desayuno y dejara la puerta bien cerrada antes de marcharse. El tenía el tiempo justo para tomar su vuelo. Anotó su teléfono y le aseguró que la llamaría a su vuelta.
    -¿Y eso cuándo será?, preguntó ella.
    -En breve, se limitó a contestar el hombre... Olivia examinó complacida el porte elegante de una figura alta y delgada que se alejaba a pasos largos de la amplia estancia. Escuchó el sonido de la puerta, cerró los ojos y se recostó en el confortable sofá...

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