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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


sábado, 8 de diciembre de 2012

UNA MUJER, UN ORDENADOR Y UN SUEÑO

      La citó en su hotel y, después de cenar, le pidió que subieran a su habitación...
    Katty Lloyd llegaba a casa cansada cada tarde. No tenía un trabajo fijo pero siempre estaba ocupada: de casting en casting, corriendo por los pasillos del metro para llegar a tiempo a buscar a su hijo al colegio, visitar a su madre... No obstante, cuando cesaba la intensa actividad diurna y la noche cubría los cielos de Madrid, la soledad envolvía su cuerpo y su alma. Sobre todo, si el pequeño estaba con su padre y ella no tenía más ocupación que la de encerrarse entre las cuatro paredes de su apartamento. No le gustaba vivir sola y tampoco lo había hecho en etapas anteriores de su vida. De la casa de sus padres pasó a la de su primer marido, y a éste lo dejó por el segundo. Después de amarlo con locura, de darle un hijo y convivir con él durante más de una década, no le quedó otro remedio que abandonarlo. Víctima de un maltrato psicológico cruel y cansino, optó por quedarse sola al constatar, sin un ápice de duda, que era preferible vivir sola a tener al enemigo metido en casa... Y ahora, tres años después de divorciarse por segunda vez, la soledad la atormentaba con cizaña.
   En lo más profundo de su ser, Katty alimentaba el deseo de encontrar el amor verdadero: el que había visto en sus padres. La entrega sin fisuras, el cariño y el respeto que perduran durante toda la vida. Sin embargo, el miedo a un tercer fracaso la coartaba. No deseaba una relación basada únicamente en el sexo y tampoco estaba dispuesta a comprometerse con el primero que le ofreciera amor eterno. Era consciente de que la convivencia resultaba difícil y terminaba convirtiendo a los príncipes en sapos. ¿Dónde encontrar al bueno? Ese era el dilema que Katty no sabía resolver. Las salidas nocturnas con sus amigas habían dejado de satisfacerla. Estaba casada de pasar las noches bebiendo en los bares con el deseo de conocer a alguien interesante... Y de volver sola a casa porque nunca aparecía el caballero adecuado...
   Su aventura con El Ejecutivo que conoció en el espacio virtual no llegó a resultar LA DECEPCIÓN DE KATTY LLOYD, pero le abrió las puertas a un mundo que adivinó fascinante, lleno de expectativas y de hombres solteros a los que merecía la pena dar un voto de confianza... Así que cada noche, después de cenar, se acomodaba en el sofá con el portátil sobre las rodillas y se ponía manos a la obra. Mujer guapa y culta, el perfil que colgó en varios portales de relaciones recibía cientos de peticiones masculinas. Katty desechaba a los que no le gustaban físicamente y a los que escribían con faltas de ortografía. “Los incultos no me interesan aunque sean guapos”, comentaba riendo a sus amigas. Y aun así, seguía teniendo largas listas de aspirantes a conocerla.
     Una noche aceptó la invitación de un hombre de negocios de Valencia que asistía a un congreso en Madrid. La citó en su hotel y, después de invitarla a cenar en un restaurante cercano, le pidió que subieran a la habitación. A Katty no le sorprendió la propuesta. Para algo estaba allí. El caballero era alto, apuesto y buen conversador. Lo había escogido después de seleccionarlo entre una veintena de candidatos finalistas, y tras llevarse varias horas chateando con él. Sin embargo, la decepcionó. Le regaló una noche de sexo tórrido y ansioso que le proporcionó un par de orgasmos. Nada más. Puro sexo. Precisamente, lo que ella no buscaba. Necesitaba sentir algo más y siguió dándole a la tecla. Se apuntó en una web que ofrecía relaciones estables y no tardó mucho en encontrar un nuevo pretendiente. Se trataba de un galán de edad similar y nivel académico equivalente al suyo. Solo había un pequeño inconveniente: el caballero era de su misma altura y ella estaba acostumbrada a salir con tipos que le pasaban la cabeza. Además, tenía que solventar otro dilema: la voz. Temía que el elegido pudiera tener voz de pito y esa posibilidad la desconcertaba. Necesitaba descartarla y le propuso que la telefoneara y le preguntara lo que quisiera. Ella haría lo mismo con él y así podrían conocerse mejor antes de la cita en el mundo real. El aspirante aceptó y pasó la prueba. Katty comprobó que tenía una voz agradable y, como ya lo conocía por la foto colgada en la web, aceptó citarse con él para ir al cine. Ilusionada, pensaba que la falta de altura, tratándose de un hombre guapo y culto, era un mal menor. “Si me pongo unos zapatos planos no llegaré a sobrepasarlo”, pensaba sonriente mientras escogía un estilismo apropiado para el encuentro. Optó por un traje de chaqueta y pantalón color tierra. “Sencilla a la par que elegante”, se piropeó frente al espejo minutos antes de salir...                            

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