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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


viernes, 7 de diciembre de 2012

UN TATUAJE EVOCADOR

   ...Lamía y relamía la cabeza del bicho que se levantaba de su letargo...
   Después de su fogosa aventura en Nassau, Bahamas, Emi Abbott decidió tomarse una temporada de descanso en lo referente a salidas nocturnas y escarceos amorosos. Mujer sensible y enamoradiza, su mente quedó anclada en el recuerdo de la escultura de chocolate que llenara su cuerpo de fuego en la inmensidad de aquellas playas de arena blanca y aguas cristalinas... LA LUNA ADORNÓ DE REFLEJOS PLATEADOS... Se refugió en el trabajo y en la literatura erótica. Sabía que podía vivir sin sexo y decidió hacerlo durante las semanas siguientes al viaje. Con las imágenes de la tórrida relación bombardeando su mente, su vida transcurría entre las paredes de su casa y las del amplio despacho que ocupaba como directora de una prestigiosa revista de moda. Apenas vio a sus amigas. Pero el pasado viernes, tras sufrir una agotadora jornada laboral, telefoneó a su íntima Wynie Smith y le pidió que salieran juntas a cenar. Comieron, hablaron, bebieron y rieron... Y, como hacían de forma habitual, terminaron la noche en El Maligno.            
    Mientras el rostro melancólico de Wynie se recreaba en los rincones donde poco tiempo atrás recibiera los besos de EL ARTISTA DE LA LENGUAEmi bailaba en el salón, su mirada refugiada tras las gafas de sol que solía ponerse para que el humo reinante en la casa no irritara sus ojos claros. Ensimismada en sus pensamientos, no se molestó en prestar atención al tipo que se acercaba y le pedía que se quitara las gafas... El hombre, seguro de sí mismo, decidió hacerlo por su cuenta y, con un movimiento hábil y rápido, dejó al descubierto la mirada azul.
   -No me quites las gafas, que me molesta el humo, refunfuñó Emi.
   -Con los ojos tan preciosos que tienes. Déjame mirarte un rato...
   Emi pensó en soltarle una bordería pero se cortó al darse cuenta del cuerpazo que pretendía seducirla. Atractivo sin ser excesivamente guapo, sobresalía por su altura entre el gentío que abarrotaba el salón de baile. Ella adivinó los pectorales prietos tras la camiseta ceñida de color verde, los brazos musculosos y el torso escultural del desconocido. Un suave cosquilleo cruzó su vientre y se congratuló para sus adentros de que semejante tiarrón quisiera seducirla.
    -Vamos a la habitación azul, si quieres, le propuso. He dejado allí a mi amiga.
    -No me interesa tu amiga, sino tú, le contestó.
    -¿Y tú que sabes? Ni siquiera la conoces.
  -Sé que quiero besarte. Lo demás no importa, espetó al tiempo que sus bocas se aproximaban.
    Poco después, el cielo mostrando las primeras luces del día, dejaron a Wynie en la puerta de su casa y tomaron un taxi en dirección al domicilio del galán. Un salón sobrio, una gran cama en el centro y la claridad de la mañana colándose por las ventanas entreabiertas. La pasión de las lenguas entrelazadas y la sorpresa de Emi al despojar el busto masculino de la camiseta que lo ceñía. El tronco de un árbol, pintado con precisión, adornaba un lateral del cuerpo. El verdor de las hojas ascendía hasta el cuello y dos ramas cruzaban toda la extensión del estómago. Con forma de roja manzana, la tentación escondía el pectoral derecho. Un cielo azul con algunos nubarrones sueltos cubría por completo la poderosa anatomía masculina...
   -¡Guauuu! Qué preciosidad, exclamó Emi sin salir de su asombro. ¿Quién te ha pintado eso?
   -Nadie, porque no es pintura. Es un tatuaje, aclaró él. Sigue desnudándome, que hay más, le pidió sonriendo. Emi descubrió estupefacta la serpiente que se encaramaba por el tronco del árbol y tapaba el pene con sus rayas verdes. Tocó con suavidad el rostro del bicho plasmado en el glande y rió abiertamente.
   -Es perfecto. No me creo que sea un tatuaje, indicó a su propietario.
   -Compruébalo por ti misma. Verás como no se quita, la retó él.
   Emi saboreaba, lamía y relamía la cabeza del bicho que se levantaba de su letargo y recorría con su lengua la superficie veteada del cuerpo del animal. Comprobó que el dibujo no se borraba ni perdía los vivos colores por el efecto de la saliva. Se trataba, por tanto, de un tatuaje perfecto. Y durante varias horas se dejó amar por aquella tentación convertida en hombre. Y ella, más fuerte que la Eva expulsada del paraíso por morder la manzana, embistió a las fuerzas del mal y engulló la serpiente por completo. .. El animal crecía y se revolvía en el interior de su boca y le tapaba la garganta hasta ahogarla. Ingenua serpiente que desconocía las artes de una rival que, en cuestiones amatorias, estaba acostumbrada a alzar el trofeo de la victoria...  EL DESPERTAR SEXUAL DE EMI ABBOTT

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