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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


miércoles, 5 de diciembre de 2012

POR EL AMOR DE UNA MUJER

     "Te amaré siempre, hagas lo que hagas y formes o no parte de mi vida..."
     El pez comió del anzuelo algún tiempo después. El que la sigue la consigue, y EL AMIGO DE LOS 80 reiteraba sus visitas al domicilio de Wynie Smith. Normalmente la avisaba mediante un SMS y ella, si estaba sola, llamaba a alguna amiga para que la acompañara durante el encuentro. No deseaba tener intimidad con él. Y mucho menos, en su casa. Aún seguía siendo una mujer casada. Aunque siempre se consideró un espíritu libre y, como tal, se permitía la licencia de tener aventuras, no lo hacía en el hogar. Sencillamente, porque no le parecía ético. De hecho, en su cama no entró ningún hombre distinto a su marido hasta que no tuvo sentencia firme de divorcio.
                                
     Una mañana, Wynie, después de dejar a su hijo en el colegio, entró a desayunar al bar que estaba debajo de su casa. El olor del chocolate y los churros que acababan de servirle quedó eclipsado por otro aroma más fuerte e inconfundible: el de la colonia tipo Barón Dandy que usaba El amigo de los 80. Ella, situada de espaldas a la calle, no lo había visto entrar, pero allí estaba: sosteniendo el casco de la moto con la mano derecha, y con su mítico estilismo de pantalón pitillo negro, botas con puntera y chupa de cuero del Candem Town londinense. Desayunaron juntos y él le aseguró que había ido a buscarla y que, al no encontrarla en su domicilio, se asomó al bar y tuvo la suerte de hallarla. Y siguió erre que erre calentándole la oreja; halagando la belleza de su rostro mañanero, sin maquillaje; repitiendo lo mucho que la deseaba; nombrando una por una las maravillas que iba a hacerle e insistiendo en que se regalaran los dos una horas de felicidad. Wynie sucumbió, aunque le dejó muy claro que esas horas no podían transcurrir entre la paredes de su hogar...
    A bordo de la Kawasaky de El amigo de los 80, pisando a fondo sobre el asfalto del centro de Madrid, llegaron al barrio de Chueca. La moto quedó aparcada junto a un edificio antiguo con tintes señoriales. El hombre pulsó el botón del portero automático y la puerta se abrió pasados unos minutos. Se adentraron en el inmueble, subieron al primer piso y una señora de mediana edad los recibió en el descansillo de la pensión. Los invitó a pasar amablemente y los condujo a una sencilla habitación con cama de matrimonio, una mesilla de noche a cada lado y un pequeño aseo al fondo. La ventana, con vistas a un patio interior, estaba abierta y el espacio despedía un suave olor a lejía, como si acabaran de desinfectarlo. “Ya está todo limpio y aireado”, comentó la señora al tiempo que cerraba la ventana y se despedía de la pareja. Una vez solos, El amigo de los 80 le quitó los zapatos, la falda y las medias y, sin terminar de desnudarla, arrancó de su cuerpo el minúsculo tanga negro y se dispuso a explorar con su lengua las partes más erógenas de la anatomía femenina. El sexo oral provocó que Wynie tuviera varios orgasmos, aunque poco más de sí dio aquella velada matinal. Ni siquiera hubo penetración. Obligado por ella a usar un preservativo, el hombre fue incapaz de conseguir una erección completa...
    Cuando Wynie obtuvo el divorcio y El amigo de los 80 vio el camino libre, las visitas a su domicilio se repetían con frecuencia. También, la insistencia masculina en tener relaciones sexuales, seguida de la reiterada negativa de quien pretendía verlo solo como a un amigo. Una jornada cualquiera, y un rato después de que saliera de su casa. Wynie recibió un SMS de El amigo de los 80. “No te confundas. No quiero nada de ti. Solo amistad, como tú dices”. Ella le respondió con el siguiente mensaje, tan breve como explícito. “Quieres sexo y yo no quiero dártelo”. No obtuvo ninguna respuesta. Ni llamadas, ni visitas. Parecía que al amigo de los 80 se lo había tragado la tierra. Más de un año transcurrió hasta que Wynie volvió a tener noticias suyas. Le llegaron, como siembre, a través de un SMS: “Si no quieres darme sexo no me importa. Te amaré siempre, hagas lo que hagas y formes o no parte de mi vida...”

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