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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


miércoles, 5 de diciembre de 2012

KATTY Y EL BROKER

...Antes de que pudiera imaginárselo sintió en su cuerpo el falo duro y ardiente
   Al final de la cena, el broker propuso a Katty Lloyd brindar por el encuentro en la intimidad de la suite. Ella no lo aceptó abiertamente pero tampoco fue necesario que el galán le insistiera mucho. La realidad es que le gustaba y no se consideraba mujer de poner piedras en el camino de la felicidad. Recordó que unos minutos antes de conocerlo pensaba en la gente que se hospedaba en esos hoteles y en el tipo de vida que llevarían. . Precisamente, le acababan de poner en bandeja la oportunidad de comprobarlo por sí misma. Al menos, durante una noche. NOCHE DE LUNA LLENA, NOCHE DE AULLIDOS
    El broker solicitó en el restaurante que subieran a la suite una botella de Möet Chandon. Katty le sonrió abiertamente, él la cogió de la mano y se encaminaron hacia los ascensores, donde un atento mayordomo abrió la puerta de un elevador y los invitó a pasar. Nada más quedarse solos, su acompañante la besó y no le gustó mucho. Pensó que un hombre que no besa bien no suele ser buen amante, pero no consideró oportuno desistir. No le pareció el momento adecuado y se dejó arrastrar. Hablaron de nimiedades, llegó el champán y brindaron por el encuentro. Él apuró la copa casi de un trago y Katty no tuvo tiempo de terminar la suya. Ansioso, el hombre empezó a desnudarla encendido por el deseo y le pedía con insistencia que hiciera lo propio. Katty pretendió ir a su ritmo pero él no le dio muchas opciones y, antes de que pudiera imaginárselo, sintió el falo duro y ardiente entrar en su cuerpo...
   La noche de luna llena tuvo mucho más de feroz que de romántica. Exceso de penetración y defecto de caricias. Katty estaba cansada de rehuir sus besos torpes, de cambiar de posturas, de hacer malabarismos en la ancha cama, de sentir la herramienta entrando y saliendo de su interior sin que le produjera ninguna dicha especial… De un maratón de sexo que no le aportaba nada nuevo, ni bonito ni romántico. De hecho, empezó a desear que terminara y tuvo la suerte de que su compañero, bien porque percibió su actitud o simplemente porque le llegó su hora, se vació por segunda vez y se quedó dormido. Katty no tenía sueño y decidió llenar la bañera, sumergirse bajo el agua templada y obsequiar con un hidromasaje a sus músculos cansados. Y solo en esos momentos, recreándose en un universo de burbujas y espuma blanca, fue capaz de sentir que la velada había merecido la pena. Pasó el tiempo y provocó que el agua arrugara la fina piel de sus manos. Salió de la bañera, se secó y se metió en la cama junto al broker, que dormía profundamente. Varias horas después, el sonido de un despertador interrumpió el sueño mutuo. El hombre volvió a penetrarla con fuerza y sin palabras. Katty percibió que de alguna forma la estaban violentando pero se mantuvo en silencio. Ni siquiera intentó fingir que disfrutaba. Terminó, ella se levantó de la cama y se metió en la ducha. Apenas cruzaron palabra alguna... Poco después salió envuelta en el mismo albornoz que usara unas horas antes, le dedicó una sonrisa y le dijo:
     -Me gustaría tomar un café.
     -El desayuno que quieras, preciosa. Te lo has ganado, asintió al tiempo que levantaba y el teléfono y ordenaba que cargaran a su cuenta todo lo que la señorita Katty quisiera tomar en el restaurante.
     -Lo has escuchado, indicó. Pide lo que te apetezca. Yo tengo prisa, voy con el tiempo justo para una reunión importante. Déjame tu número de teléfono. Te llamaré la próxima vez que venga a Madrid.
      El broker anotó el teléfono de Katty en su Black Berry. Ella se vistió, recogió sus cosas y se dispuso a despedirse. Él cubrió su desnudez con un elegante batín y la acompañó hasta la puerta de salida de la suite. La besó en los labios y espetó un simple “hasta la próxima”.
    La respuesta de Katty fue aún más corta: “adiós”, convencida de que era eso, “adiós”. Porque, la llamara o no, era ella quien no estaba interesada en volverlo a ver. Por muy broker que fuera y muchos hoteles de cinco estrellas que usara. No quería un tipo así en su vida. En el fondo, era otro ordinario.
    Katty Lloyd hacía estas reflexiones en el restaurante del hotel de cinco estrellas donde había pasado la noche, degustando lentamente todas las exquisiteces que se le antojaban. Pensaba que el broker que interpretaba Richard Gere en Pretty Woman solo existía en las películas. ¿O no?
      Dejo un tema para el debate. ¿Qué pensáis, queridos lectores? ¿Hay hombres como el de Pretty Woman en la vida real, o se trata únicamente de personales de ficción? Espero vuestros comentarios al final del artículo, pinchando en "escribir un comentario".                   

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