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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


miércoles, 5 de diciembre de 2012

FOGOSA DESPEDIDA

       ...Fija su mirada en la hermosa masculinidad del hombre y acaricia con su mano derecha el falo duro y candente...
    Tumbada encima de El Polaco (su postura amatoria preferida), Emi Abbott tiene los ojos cerrados y los labios pegados a los de su compañero. En su mente está anclado el pesar de vivir con la certeza de que son las últimas horas que pasarán juntos. “Hasta nadie sabe cuándo...”, murmura. Él escucha algo pero no quiere saber qué y le quita el habla con sus besos apasionados. En aquel prolongado enredo de lenguas incapaces de separarse y jadeos mutuos, Emi siente en sus ingles la caricia de los largos dedos masculinos que buscan, en su lento caminar, la senda que los llevará a un bosque encantado sobre el que empieza a caer una suave lluvia...
                         
    Se gira y se coloca boca arriba. Sus pechos pequeños se vuelven turgentes al contacto con los labios de su amado. La lengua de El Polaco recorre su vientre con parsimonia y Emi, estremecida de placer, fija su mirada en la hermosa masculinidad del hombre y acaricia con su mano derecha el falo duro y candente. Los cuerpos de los amantes toman la postura del 69 y ella, con el tronco del árbol de la felicidad dentro de su boca, se concentra para llenarse por completo de aquella inmensidad, hasta sentirla golpeando el cielo con delicadeza. Al mismo tiempo, los lamidos del amante en los rincones más fértiles del bosque florido y primaveral provocan las contracciones de cada uno de los poros de la piel amada. Un gemido profundo queda sofocado en la garganta ocupada de Emi, que se dilata al máximo para acoger las embestidas del árbol clavándose en la tierra. El éxtasis sublime deja el cerebro vacío de preocupaciones mundanas y aplasta el fantasma del adiós hasta hacerlo desaparecer. Él invierte la posición de su anatomía delgada y fibrosa... Mordisquea los labios de su amada mientras el árbol de la vida penetra por completo la tierra húmeda y sedienta de su savia.
     Emi escucha un “te quiero” que se repite como un eco en sus oídos. No sabe si salió de los labios de El Polaco una o cinco veces y tampoco le importa. Lo único importante es la conciencia de la posesión inquebrantable, la constatación de que ningún hombre ha estado dentro de ella de ese modo y que con ningún otro ser de los millones que pueblan este mundo podría su cuerpo dilatarse hasta el extremo en que lo hace para recibir al más grande de los amores que han pasado por su vida...
     El sudor de los amantes inunda la cama sobre la que yacen sus cuerpos exhaustos, en la misma postura en la que empezaron a amarse: ella tumbada encima y los labios de ambos pegados. Los brazos de El Polaco la aplastan aún más contra su cuerpo y los párpados de Emi se cierran con fuerza. Ahora es ella la que dice “te quiero” y lo repite con la gravedad dolorosa de saber lo efímero que es ese amor... AÑORANZA
     -No dejes que me vaya, si tanto me quieres, escucha en palabras dolientes que invaden el silencio de la estancia.
   -Abrázame más, pronuncia ella como única respuesta y un ruido amenazante, el del despertador, se clava en sus mentes y deja sus cuerpos helados de dolor y de rabia.
    -No me has contestado y no puedo perder el avión para tener que coger otro mañana. Pídeme que me quede y seré tuyo para siempre, le ruega El Polaco como si estuviera ante un pelotón de fusilamiento y clamara a su verdugo para que le perdonara la vida.
    Emi no contesta. Tiene la certeza de que lo ama pero no puede vivir con él. El Polaco se levanta de la cama y se viste con premura. Mete varias prendas en su pequeño maletín de viaje, cierra la cremallera y se pone de pie frente a su amada, que sigue tendida en la cama.
    -Bésame antes de marcharte, le pide ella.
    -Adiós, Emi, responde él lentamente.
   Emi hunde su cabeza en la almohada. Escucha los pasos que se alejan y el sonido de la puerta al cerrarse atraviesa su ser como una espada que partiera su cuerpo en dos mitades. Una se refugia, apesadumbrada, entre las sábanas de la cama. La otra se pierde en la inmensidad del mundo... 

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