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Un blog de relatos eróticos y cocina con solera. Los relatos narran las aventuras de cuatro mujeres divorciadas y sus conversaciones sobre sexo y hombres. Las recetas se elaboran siguiendo viejos cuadernos de cocina, escritos a principios del siglo XX


martes, 4 de diciembre de 2012

ENCUENTRO ESPERADO... Y DESEADO

...Aquellas paredes marcadas por el paso de la vida escuchaban sus gemidos...
    Wynie Smith esperaba que le ingresaran el importe de varias colaboraciones que había realizado para la revista de moda y decoración que dirige su amiga Emi Abbott. Poco antes de la hora de comer metió su tarjeta en el cajero y ¡bingo! Efectivamente, el dinero estaba en su cuenta. A pesar del frío, el sol lucia radiante aquella mañana de invierno. Decidió darse un pequeño homenaje y se sentó a comer en la terraza de un restaurante hindú cercano a su casa. No tenía trabajo ni prisa. Su hijo pasaría toda la tarde con el padre, que lo recogería a la salida del colegio. No lo dejaría en su domicilio hasta las diez de la noche, lo que significaba que podría prolongar su tiempo de descanso...
    Saboreaba lentamente una samosa de verduras. Inmersa en sus pensamientos y en el sabor exótico de la comida, no miraba a la calle ni se fijaba en la gente que pasaba. De repente sintió unas manos grandes que tapaban sus ojos. Volteó la cabeza con un giro brusco, se deshizo de las manos y lo vio. Era él, el muchacho del supermercado, y suyas eran las manos que taparon sus ojos. TURBADA POR UN LIGUE IMPREVISTO
   -¡Ah, eras tú!, le dijo sonriendo. No te había visto llegar. ¡Y mira que eres grande!
  -Yo a ti sí. Te he reconocido de espaldas. Eres inconfundible. He estado unos minutos mirándote cómo disfrutabas con eso que comes. ¿Qué es?
  -Samosa. Una especie de empanadilla crujiente rellena de verduras. ¿Quieres? ¿Has comido ya?
    -No. Mi compañero de piso me está esperando y no me parece bien dejarlo plantado. Si no fuera así te acompañaría encantado.
    -No importa. Otro día, le contestó ella.
  -Mejor hoy, afirmó decidido el muchacho. Espérame aquí, por favor. Como con mi compañero y vuelvo. No tardaré nada
     -¿Y cuánto es para ti nada? Si me aburro y no llegas, me voy, le advirtió.
   -No lo harás porque me tendrás a tu lado antes de eso, guapa, le dijo al tiempo que la besaba en la mejilla y corría apresurado calle abajo.
      Wynie terminó la samosa, el pollo al curry con arroz basmati y el batido de mango que pidió de postre. Estaba llamando al camarero para que le trajera un té cuando lo vio acercarse, caminando de prisa y a pasos agigantados...
     -¿No he tardado mucho, ¿verdad?, le dijo mientras tomaba asiento a su lado.
     -¿Quieres un té?, inquirió ella por toda respuesta.
   -Te quiero a ti. Termina y ven conmigo, espetó el joven en plan macho dominante y seguro de sí mismo. Plantó sus codos sobre la mesa y se quedó mirándola fijamente a los ojos, como si esperara una respuesta de confirmación.
     Wynie vio su propio rostro reflejado en la mirada transparente del muchacho y pensó en el regalo que la vida le estaba ofreciendo justo en esos instantes. Bajó la vista hacia los labios carnosos, los hombros anchos y los brazos fuertes de su acompañante. No lo vio como a un chaval que probablemente tuviera 20 años menos que ella, sino como al hombre que la deseaba ardientemente. Decidida, llamó al camarero y pidió la cuenta. Sintió sus pechos endurecerse, las cosquillas adueñándose de su estómago y el líquido que cruzaba su interior e inundaba la zona erógena...
    Poco después estaba contra la pared del salón envejecido, pequeño y cuadrado de una casa desconocida. Su lengua enredada con la del muchacho, sus manos agarradas con fuerza a la ancha espalda y el falo grande y caliente que buscaba entre sus piernas el lugar donde refugiarse... La excitación crecía por segundos y aquellas paredes marcadas por el paso de la vida escuchaban sus gemidos, cada uno más intenso que el anterior. Cuando estaba preparada y deseosa de que entrara en su cuerpo, él se retiró y le acarició la mejilla.
  -Tranquila, tengo que coger un preservativo. ¿Qué tal si nos duchamos juntos? Estoy sudoroso. He corrido mucho para estar contigo, cariño, le dijo con una sonrisa pícara.
   Wynie no se molestó. Más bien al contrario. Le pareció estupendo que el muchacho se preocupara de tener sexo seguro, medida que ella también tomaba y valoraba en la pareja de turno. Asintió con una sonrisa igual de pícara y se dejó llevar por la poderosa mano que apretaba la suya y la conducía hasta el cuarto de baño. Hacía frío. Él cerró la puerta y enchufó un radiador eléctrico. Las bocas pegadas y las manos de cada uno intentado despojar la ropa del cuerpo del otro sin que los sentidos perdieran la concentración en el beso profundo, el encuentro de lenguas ansiosas y el deseo que calentaba la estancia más que la estufa eléctrica. Se enjabonaron, se admiraron y se acariciaron bajo el agua tibia. Tampoco en la ducha le hizo el amor, como si el tiempo no corriera y les quedara toda la vida por delante, o como si el deseo no le urgiera tanto como a ella. Se secaron pegados en la misma toalla, él la cogió en brazos, la condujo hasta el dormitorio y la depositó encima de la cama. Wynie se estremeció por el frío de la estancia.
   -Aquí no hay estufa, pero no te preocupes. Eso lo arreglo yo en un instante, le dijo al tiempo que abría sus piernas y colocaba su cabeza entre ellas “para hacerte disfrutar y que entres en calor”, afirmó justo antes de recorrer con su lengua cada pétalo de la flor abierta y humedecida...

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